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Miércoles, 27 Abril 2016 17:30

La aldea maldita del tráfico de riñones

 

La miseria se extiende como una epidemia entre chamizos y viviendas precarias en el distrito de Kavrepalanchowk, en las estribaciones del Himalaya nepalí, un paraje desamparado donde algunos construyeron casas vendiendo sus riñones que hoy están destruidas tras el terremoto de hace un año.

 

Durante años las historias de aldeas de Nepal víctimas de los traficantes de órganos corrieron entre la alarma, el rumor y la exageración, pero Hokse, uno de las aldeas de Kavrepalanchowk, da fe de cómo decenas de personas buscaron escapar de la condena a una vida sin presente ni futuro vendiendo una parte de su cuerpo.

 

La práctica comenzó hace 25 años, según recuerdan en el lugar. La miseria y el analfabetismo les dejaron a merced de "agentes" que les ofrecían alrededor de 200.000 rupias nepalíes (unos 2.000 dólares), toda una fortuna en una zona que, como si se tratara de una broma pesada, alberga uno de los principales campos de entrenamiento para preparar a los militares en la defensa del país.

 

Hoy allí no quieren oír hablar ni de periodistas ni de organizaciones ni gubernamentales ni de nadie, y son varios los precedentes de agresiones a quienes se acercaron a preguntarles por qué.

 

"Están muy agresivos con la prensa, no quieren periodistas aquí", dijo a Efe Junkin Mijar, de 40 años, una campesina que se atreve a romper el silencio para hablar del asunto.

 

Mijar recuerda cómo algunos de los hombres del municipio, en el que viven unas 90 familias, comenzaron a vender sus riñones como un camino "fácil" para obtener ingresos.

 

"La mayoría de la gente lo vendió para buscar dinero y se lo bebió en alcohol", aseguró, al enumerar al menos 35 casos.

 

Fue el caso de Saraswati Shrestra, una campesina de 50 años que perdió a su marido hace ocho.

 

"Mi marido murió paralizado, muchos murieron paralizados por culpa del riñón", recordó, al narrar que a su esposo, Tej Prasad Shrestra, le engañaron y se lo llevaron hace 14 años embaucado a la ciudad con promesas de todo tipo a cambio de su riñón.

 

La venta fue bien y un montón de dinero llegó a las manos de un alcohólico.

 

"Construimos una casa con ese dinero, el resto se lo gastó en alcohol", rememoró Saraswati, al explicar que la casa costó 80.000 de las 200.000 rupias que le dieron.

 

Como si cargara con una maldición atávica, la casa terminó derrumbándose y pasando a engrosar la lista de cerca de un millón de viviendas que cayeron en las fauces del terremoto que el 25 de abril de 2015 golpeó Nepal dejando miles de muertos.

 

"Ahora no tengo ni marido ni casa", concluyó, delante del cobertizo con techo de zinc donde vive.

 

De acuerdo con un estudio de 2015 de la organización no gubernamental Asia Foundation sobre el distrito de Kavrepalanchowk, la mayor parte de las víctimas del tráfico de órganos pertenecen a las "comunidades más pobres y marginales, donde el analfabetismo y la ignorancia les hacen vulnerables al fraude y el engaño de los agentes".

 

Por ello, aunque Nepal cuenta con una amplia legislación para luchar contra este flagelo, los mecanismos legales "son completamente inútiles" en el combate contra estas organizaciones delictivas.

 

Además, según la ONG, las víctimas terminan también siendo marginadas dentro de su propia comunidad y en ocasiones los agentes terminan captándolos aprovechándose de su aislamiento para convertirlos en parte de la cadena de captación de "donantes".

 

La mayoría de las víctimas nunca recibió dinero y ni una sola de ellas mejoró sus situación económica tras la venta del riñón, señala Asia Foundation.

 

Bir Dhwaj Tamang está desempleado. Asegura que a él le quisieron sacar el riñón hace 12 años llevándole a Bharatpur (centro) y que trataron de embaucarlo con licor y promesas.

 

"Nadie te presiona, te tratan de embaucar, de convencerte, de darte cosas", afirma este campesino de 44 años, asegurando que siempre hay alguien dispuesto a vender.

 

En su opinión, la única solución para acabar con el problema en Hokse es que "el Gobierno viniera y ayudara a la gente; ningún político ha venido nunca a aquí", lamentó.

 

Remarca que lo poco que han conseguido se debe a la iniciativa de alguna persona a título particular y, señalando con el dedo a una fuente de agua, afirma que el surtidor fue levantado por un hombre de otro municipio que hizo el esfuerzo de ayudarles.

 

Cuando se le pregunta qué pasó con el hombre, responde: "murió en el terremoto".

 

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